El taparabos

Lo malo es que la mayoría equipara la felicidad con conseguir el objeto de su apego, y no quiere saber que la felicidad está precisamente en la ausencia de los apegos, y en no estar sometido al poder de ninguna persona o cosa. Anthony de Mello

B.K.S. Iyengar

El taparabos

Un gurú quedó tan impresionado por el progreso espiritual de su discípulo que, pensando que ya no necesitaba ser guiado, le permitió independizarse y ocupar una pequeña cabaña a la orilla del río.

Cada mañana, después de efectuar sus abluciones, el discípulo ponía a secar su taparrabos, que era su única posesión. Pero un día quedó consternado al comprobar que las ratas lo habían hecho trizas. De manera que tuvo que mendigar entre los habitantes de la aldea para conseguir otro. Cuando las ratas también destrozaron éste, decidió hacerse con un gato, con lo cual dejó de tener problemas con las ratas, pero, además de mendigar para su propio sustento, tuvo que hacerlo para conseguir leche para el gato.

“Eso de mendigar es demasiado molesto”, pensó, “y demasiado oneroso para los habitantes de la aldea. Tendré que hacerme con una vaca”. Y cuando consiguió la vaca, tuvo que mendigar para conseguir forraje. “Será mejor que cultive el terreno que hay junto a la cabaña”, pensó entonces. Pero también aquello demostró tener sus inconvenientes, porque le dejaba poco tiempo para la meditación. De modo que empleó a unos peones que cultivaran la tierra por él. Pero entonces se le presentó la necesidad de vigilar a los peones, por lo que decidió casarse con una mujer que hiciera esa tarea. Naturalmente, antes de que pasara mucho tiempo se había convertido en uno de los hombres más ricos de la aldea.

Años más tarde, acertó a pasar por allí el gurú, que se sorprendió al ver una suntuosa mansión donde antes se alzaba la cabaña. Entonces le preguntó a uno de los sirvientes: “¿No vivía aquí un discípulo mío?

” Y antes de que obtuviera respuesta, salió de la casa el propio discípulo. “¿Qué significa todo esto, hijo mío?”, preguntó el gurú.

“No va usted a creerlo, señor”, respondió éste, “pero no encontré otro modo de conservar mi taparrabos”.

Así crecen las organizaciones espirituales.

Anthony de Mello. en su libro “La oración de la rana «.

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4 respuestas a El taparabos

  1. TEMPO dijo:

    Muy bueno, da motivos suficientes para la reflexión.

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